La biblioteca

Foto de Michaël Meyer: https://www.pexels.com/es-es/foto/juguete-nave-espacial-cenicero-ovni-9739196/

¡Por fin! Treinta y ocho años, cinco días, dos horas y trece minutos tuvo que esperar Majo para cumplir este sueño. El cielo se iluminaba con un blanco cegador que transformaba la noche en día. Lo había sentido unos minutos antes, como una certeza ineludible: «Están acá».

Se apresuró hacia el punto de encuentro anunciado: la Biblioteca Nacional. Sin embargo, al llegar y ver el transporte que habían elegido para buscarlos, una sombra de decepción le cruzó el rostro. A simple vista, el vehículo parecía un modelo viejo, una reliquia de un museo galáctico.

«¿En serio? ¿No había algo mejor en la flota?».

No quería parecer desagradecida, pero tras años soñando con luces intermitentes y estructuras relucientes, no pudo evitar sentir que esto se quedaba corto. 

¿Ni un par de hologramas de Alf para ambientar el evento? Suspiró y apartó sus caprichos estéticos, la emoción seguía intacta. 

Se sentó en el suelo, junto a su equipaje, y comenzó a revisarlo. Tenía poca ropa porque nunca le había dado demasiada importancia. Por eso, la mitad de aquel enorme bolso estaba prácticamente vacío. Fue entonces cuando le surgió su primera preocupación: «¿Tendré que lavar a mano? Ojalá que no».

Justo cuando empezaba a inquietarse, vio llegar a Alejandro, su esposo, junto con Draco, su perrito yorkie. La ansiedad se disipó en cuanto los abrazó a ambos.

—Perdón por la demora —dijo él—. Llevé a Draquito a vaciar la vejiga. No sabemos cuánto durará este traslado, y lo último que quiero es que marque territorio en la nave espacial. No sé si esas cosas se limpian con detergente común.

—Tiene sentido —respondió Majo—. Aunque conociéndolo, seguro encuentra la forma de marcar territorio igual. En ese momento, la invadió una nueva preocupación: «¿Traje todos sus juguetes?».

Hizo un repaso mental: el búho con un ala, el zorro “Chikifun” (nombre que Majo inventó al leer Shaking Fun en la etiqueta, sin mucho dominio del inglés), la pelota dura y verde, la pelota azul que suena, Coco el cocodrilo que usa para siestas, el osito blanco con sonido, y Ricky Maravilla, el perrito bombero. «Perfecto, están todos».

Ahora solo quedaba relajarse y esperar. El primer anuncio había sonado hacía exactamente una hora: «Humanos que deseen abandonar el planeta Tierra, presentarse inmediatamente en la Biblioteca Nacional. Solo pueden traer una maleta de 24 kg». Majo no pudo evitar reírse. Una vez más, tenía que empacar su vida ajustándose al límite de los 24 kilos.

Los anuncios posteriores les informaron que, como no eran extraterrestres de nacimiento, serían incorporados al programa “Te veo”, donde pasarían pruebas rigurosas antes de iniciar los trámites para obtener la residencia permanente. Algo le generaba curiosidad. En una ciudad de cinco millones de habitantes, con niveles alarmantes de pobreza, delincuencia y desempleo, le parecía muy extraño que tan pocas personas aceptaran la oferta. A simple vista, no había más de cien allí reunidas. «Esto huele raro».

Mientras buscaba un rostro conocido, vio a Sandra, su terapeuta. Caminó hacia ella, pero se detuvo al notar algo extraño: estaba llorando. Aquello era desconcertante; en su relación, siempre era Majo quien lloraba.

Esperó unos minutos hasta que Sandra se calmó. Entonces, con cautela, se acercó y le preguntó:

—San, ¿por qué lloras? ¿Estás contenta o triste de irte?

Sandra se limpió las lágrimas y forzó una sonrisa.

—¡Hola, Majo! Estoy feliz, aunque no lo parezca, pero acabo de darme cuenta de algo… Con la llegada de la nave, las comunicaciones están completamente interrumpidas. No hay internet.

—¿Y querías seguir atendiendo a tus pacientes? San, ya está. Cuando vean que te fuiste, entenderán que los diste de alta.

—No es solo eso —dijo Sandra, ajustándose las gafas con gesto nervioso—. Somos tan pocos porque, sin Google Maps, la mayoría no sabe llegar a la Biblioteca Nacional. Ya nadie la visita, y menos saben dónde queda. Imagino a los jóvenes abriendo TikTok o X, rogando por un tutorial que les explique cómo llegar. Y hoy, además, es la final de Gran Hermano. Si se van, no sabrán quién ganó, así que muchos van a preferir quedarse. ¡Qué vergüenza con los extraterrestres! Toda esta logística y casi nadie aparece.

—Es cierto. ¿Ves? Por eso yo prefiero irme. No aguanto más este lugar. Anda, vamos, esta vez tú hablarás y seré yo quien escuche sin juzgar.

La nave espacial comenzó a brillar intensamente, anunciando que el tiempo de espera había terminado. Majo miró a su alrededor por última vez, buscando retener los buenos recuerdos. Cargó a Draco en brazos, tomó la mano de su esposo, y le sonrió a Sandra, que ya lucía más animada. No quedaban dudas: no había marcha atrás. «Colorín colorado, de esta mierda ya me he largado.»


Este cuento está protegido por derechos de autor, al ser una obra original, su reproducción, distribución o apropiación no autorizada es ilegal.
Mostrar 18 comentarios

18 comentarios

  1. Cecilia Cruz

    WOW 🤩 del contenido que me he estado perdiendo. Gracias Majo por compartir tanta creatividad. Este cuento es interesante, chistoso, entretenido y nada mejor como atreverse a compartir lo que tú imaginación manifiesta.

    • Majo

      ¡Muchas gracias, Ceci! Que lindas palabras. Un abrazo enorme.

  2. Alejandro

    Ja, ja, ja, «Perdón por la demora» en leer este cuento, corto, pero muy divertido. ¡Queremos más!

    • Majo

      😂 Me encanta que lo hayas disfrutado. ¡Gracias, te amo con locura!

  3. Eva

    Ojalá largarse de esta mierda fuese cuestión de naves espaciales y extraterrestres jajaja la frase final lo borda!

    • Suri

      Un gran cuento. Un final perfecto. Cuántos no quisiéramos de vez en cuando irnos a la mierda! Me encantó el juego entre la realidad y ficción.

      • Majo

        Ja, ja, ja ¡sería maravilloso! Encontrar nuevos mundos en los cuales reinventarnos mucho más. ¡Gracias, Suri! Un gran abrazo.

  4. Vecina está excelente. Gracias por brindarnos aventuras que nos llevan más allá de la monotonía.
    Espero más👌. Eres excepcional 🥰

    • Majo

      ¡Vecinaaa! muchísimaas gracias. Que lindas palabras, las recibo con cariño y humildad. Un abrazo enorme.

    • Un cuento para los días difíciles, tu imaginación me lleva a esa fantasía con la que todos soñamos cuando la vida se pone un poco raro. Gracias Majo por pertenercer un poquito a tu mundo interno, tan rico, tan lleno de luces que brillan, tan lleno de ternura como este cuento, gracias por enriquecer mi vida.

      • Majo

        ¡Gracias a ti, San!, por alumbrarme el camino de regreso a mí misma.

  5. Natalia

    Se me ha hecho corto. Enseguida sientes q es verdad q habria tanta gente sin saber ir a la biblioteca. Es un debate q tengo siempre y q te contaré en otra ocasión. Hoy lo importante es q tu cuento es maravilloso y te quedas con ganas de más. Gracias

    • Majo

      Es verdad, quedó un poco corto. ¡Gracias, Nati! Valoro mucho tu apoyo.

  6. Vale

    Me encanta como fusionas lo real con lo imaginario. Fui divertido leerlo. Me hizo gracia tu forma de evidenciar varias cuestiones que nos ocupan como la dependencia excesiva de la tecnologia. Me imagine a Draco en la nave y el posterior lavado con detergente y me hizo reír. Excelente cuento.

    • Majo

      ¡Gracias, Vale! que lindas palabras 😂 Draco siempre haciendo de las suyas hasta en los cuentos. Me alegra que lo hayas disfrutado. Un gran abrazo.

  7. Gabriela Alexandra

    Majo
    Un dato sobre mi: odio comer sola!, hoy tu cuento me acompañó mientras almorzaba y me hizo reír mucho!.
    «Colorin Colorado, este plato se ha acabado y con el cuento de Majo ha mejorado».

    • Majo

      Ja, ja, ja, ¡me hiciste reír mucho! Excelente final para ese plato. Me alegra que hayamos almorzado juntas, gracias, Gabi.

  8. Nelson Morato

    Las últimas líneas son épicas 🤣🤣🤣

Responder a Gabriela Alexandra Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *